Javier Escrivá: “El matrimonio no hace personas felices; son las personas las que hacen matrimonios felices”

“No es el enamoramiento, sino la continuidad del amor lo que en la vida real nos plantea los retos más interesantes, lo que necesita mayor compromiso”
“A amar se aprende amando”
Ávila, 19 de mayo de 2021. ¿Por qué hay tantos fracasos en el amor?, ¿cuál es la razón que se esconde detrás de tantos divorcios y tantos sueños que se evaporan y tantos corazones rotos?, ¿estamos ante una crisis de amadores? A estos interrogantes ha respondido el profesor y escritor Dr. Javier Escrivá, director del Instituto de Ciencias para la Familia, durante su conferencia “Casarse, esa locura de amor”, durante la tercera jornada de la “Semana de la Familia Amoris Laetitia 2021” que ha organizado el Instituto Berit de la Familia de la Universidad Católica de Ávila (UCAV).
“El matrimonio y la familia no son preguntas. En realidad, son una respuesta. Son la respuesta adecuada a las invitaciones del amor conyugal”. El director del Instituto de Ciencias para la Familia está convencido de que “el matrimonio no hace personas felices, sino que son las personas las que hacen matrimonios felices”, y de que “no podemos prometernos tener los mismos sentimientos toda la vida, pero si un proyecto de vida común”.
¿Cómo identificar el amor conyugal? ¿Cuáles son sus características? Para desentrañar cuáles son las notas o propiedades del amor conyugal hay que evitar caer en la tentación de suponer que esas características le han sido impuestas al matrimonio desde fuera de la experiencia amorosa real; es decir, suponer que dichas propiedades esenciales provienen de una imposición externa a los sujetos, cualquiera que sea el motivo, social, político o hasta religioso. Las características o propiedades esenciales del amor conyugal, son aquellas que se derivan de una historia de amor verdadero.
La búsqueda de un amor verdadero, de un amor pleno, es una experiencia común entre los seres humanos y pertenece a lo más íntimo de la experiencia personal entre un varón y una mujer. Quizá por ello, la cuestión de los sentimientos, del amor, incluso de la futura vida matrimonial, sea uno de los temas más recurrentes en las conversaciones entre los jóvenes, y entre los no tan jóvenes.
El amor no es una idea, por muy verdadera que ésta sea. El amor pertenece más bien al mundo de la acción. Entre decir “te quiero” en el primer momento del despertar amoroso, y decir públicamente “te quiero como esposo/a” en la ceremonia del casamiento, hay un largo y apasionante recorrido lleno de implicaciones personales, y abierto a una aventura tan fascinante, que es difícil encontrar algún aspecto de la vida humana que mueva de forma tan intensa a los seres humanos de todos los tiempos, y también, por supuesto, a los de hoy.
El amor no es un instante, es una historia, La unión esponsal hay que engendrarla entre los amantes, es decir, hay que acometer el proceso de su fundación y, luego, hay que conservar la unión fundada, hay que acrecerla y perfeccionarla y, además hay que restaurarla reponiéndola de sus conflictos y desgastes. Todo ello es un proceso vital, una cobiografía.
Escrivá ha hecho un paralelismo del amor con una planta. El amor conyugal necesita agua para ser conservado -cariño, tiempo, admiración, respeto, ternura, confianza-; necesita abono para que se desarrolle y crezca -detalles, intimidad, ilusión, alegría, oración-; y también necesita poda para restaurarla -rectificar los defectos, erradicar los malos hábitos-. Si esto no ocurre, si la planta no tiene todo esto, se seca, ha explicado.
“No es el enamoramiento, sino la continuidad del amor lo que en la vida real nos plantea los retos más interesantes, lo que necesita mayor compromiso”. Los esposos deben ser personas honestas, íntegras y rectas.; se lo deben a sí mismos, se lo deben a sus hijos y se lo deben a la sociedad entera, que, a través de su ejemplo, comprenderá mejor por qué la familia fundada en el matrimonio es iglesia doméstica y célula básica de esa misma sociedad.
El amor va madurando y cambiando a la vez que sus protagonistas, ha expresado Escrivá. ¿Cuál es el secreto de las historias de amor que duran toda la vida? Ante esta pregunta, el ponente ha comparado el amor con la conversación: “hay buenos y malos conversadores. Los buenos se animan entre sí a hablar, suscitan en el otro buenas ocurrencias, ganas de continuar y la conversación puede mantenerse indefinidamente. En cambio, hay malas conversaciones que enseguida se convierten en monólogos o desembocan en el silencio. En el amor todo depende del arte de la conversación amorosa que tengan los amantes”.
El amor es un arte y como tal requiere disciplina, concentración, paciencia. Por eso Escrivá se pregunta qué podemos hacer para amar más, para amar mejor. “Una relación conyugal emocionalmente madura, sostenible, no será posible si no la cuidamos en el día a día, la nutrimos de vitaminas –emociones positivas- y la defendemos de todo aquello que puede contaminarla –egoísmo, odio, rencor, desconfianza, la apropiación del otro, el mal humor, el narcisismo, la avaricia, etc.-. Las emociones positivas ayudan a que el matrimonio crezca de manera sana”. El profesor Escrivá ha concluido que “para ser buenos esposos no hace falta ser personas extraordinarias ni perfectas solo se requiere ser personas que sepan amar bien”.