Fernando Romera: “Si se pierde el castellano en la escuela, se crearán problemas educativos muy serios”
El profesor de la UCAV Fernando Romera propone la realización de iniciativas conducentes a la utilización culta del castellano
Ávila, 12 de enero de 2021. A pocos días de la entrada en vigor de la Ley Celaá, según la cual el castellano deja de figurar como lengua vehicular de la enseñanza y como lengua oficial del Estado, que podría ya aplicarse en el curso 2021-22, el profesor de Lengua Castellana de la Universidad Católica de Ávila Dr. Fernando Romera, hace una valoración al respecto.
La sociedad es testigo de que “desde instituciones públicas y privadas se pretende modificar de manera más o menos obligatoria, la convención lingüística de una sociedad”. Romera está convencido de que “es la lengua la que refleja los cambios sociales cuando se producen y no al contrario. Por decirlo de otra manera: que el castellano sea lengua vehicular en España no lo dicta ninguna ley, sólo recoge una cuestión de facto, y es que el castellano se eligió en un momento de nuestra historia para comunicarnos entre todos”. “El problema es que, si en la escuela se pierde, se crean problemas educativos muy serios”.
El profesor de la UCAV propone prestar más atención al uso cuto de la lengua castellana realizando iniciativas conducentes a que los alumnos (aunque esto es algo necesario para toda la población castellano-parlante) valorasen y utilizasen este nivel culto de la lengua o, al menos, tratasen de elevarse más allá del nivel estándar o coloquial de uso.
SOBRE EL CASTELLANO COMO LENGUA VEHICULAR
Una lengua vehicular, en educación no es la lengua que se enseña, sino la lengua en la que se enseña. Una lengua vehicular es una herramienta comunicativa que no sustituye a las lenguas socialmente aceptadas, sino que se utiliza para superar los problemas comunicativos donde existen varias. El inglés es una lengua vehicular en las relaciones internacionales y a nadie le parece mal ni crea un problema político con ello. Lo mismo ocurrió con el latín hasta bien entrada la modernidad en toda Europa. Estas lenguas son necesarias porque la comunicación, sin ellas, se hace compleja o, directamente, deja de existir. La cuestión es que la lengua, hoy en día, se ha convertido en objeto de atención por su condición de “objeto social” en el que se ven reflejadas las convenciones políticas, sociales, culturales, etc., de un determinado grupo o de una sociedad al completo. Nuevas disciplinas, de carácter más o menos científico, tratan de la influencia que pudiera tener el uso del lenguaje en nuestros procesos neuronales. Es cierto que la producción lingüística involucra a muchos lugares de nuestro mapa cerebral y que ciertos problemas neuronales afectan a nuestra capacidad de hablar y comunicarnos. La cuestión es si interviniendo en el lenguaje o programando nuestro uso de la lengua podemos modificar ciertos procesos psicológicos. Eso es más discutible. La cuestión es que, sea verdad o no, hoy en día nos encontramos con que desde instituciones públicas y privadas se pretende modificar de manera más o menos obligatoria, la convención lingüística de una sociedad. Bien sea por cuestiones de corrección política, sexual o cultural, parece que se nos obliga a cambiar nuestros patrones lingüísticos, como si ello fuese a cambiar nuestra sociedad. A mí me ha parecido siempre que esta intervención es como si proyectamos una película en el cine e intentamos arreglar la pantalla en lugar del proyector cuando no se ve bien. Es la lengua la que refleja los cambios sociales cuando se producen y no al contrario. Por decirlo de otra manera: que el castellano sea lengua vehicular en España no lo dicta ninguna ley, sólo recoge una cuestión de facto, y es que el castellano se eligió en un momento de nuestra historia para comunicarnos entre todos. Sin entrar en cuestiones políticas, el que se suprima la condición vehicular del castellano en Cataluña es un error porque elimina una vía comunicativa cuando no existe alternativa posible. Con el quizá el catalán adquiera condición única en ese territorio, pero, entretanto, condena a toda una generación a conflictos comunicativos graves. A mí me surgen serias dudas de que, desde la política, se pueda influir hasta tal extremo: las personas tenemos la fea manía de comunicarnos y buscamos los medios para hacerlo. Si el castellano ocupa ese lugar, veo difícil que desaparezca en los ámbitos extraescolares. El problema es que, si en la escuela se pierde, se crean problemas educativos muy serios. Otro ejemplo: ¿qué ocurre con cualquier familia que se desplace, pongamos que desde el País Vasco a Barcelona y deba escolarizar a sus hijos? ¿Obligatoriamente deberá estudiar catalán cuando existe una lengua de comunicación útil a esas dos comunidades? A ningún profesor de primaria o secundaria se le escapa el problema educativo que se genera si, a la adaptación social añadimos la adaptación lingüística. La RAE se ha manifestado ya públicamente acerca de estos conflictos lingüísticos en España. Lo hizo con la cuestión del lenguaje sexista y lo ha hecho con respecto a la condición vehicular del castellano. A ello nos deberíamos atener, si es que reconocemos el valor que tiene todo el equipo de lingüistas que allí trabaja.
El castellano culto en nuestros días
El castellano se ha convertido en una de las lenguas más habladas del mundo, pero, sobre todo, en una de las más valoradas internacionalmente. Esto debería hacer reflexionar sobre la necesidad de cuidar la normatividad de la propia lengua, es decir, vigilar que el español se hable bien. Existen pruebas de nivel para otras lenguas peninsulares en Cataluña, Galicia o el País Vasco, pero no existen para el español. Llevamos ya tiempo comprobando el bajo nivel de uso de nuestra lengua entre algunos (gracias a Dios, sólo algunos) profesionales de la enseñanza. Quizá sería necesaria alguna prueba de nivel para acceder a la profesión docente, o, al menos, alguna certificación que la acreditase. La tarea de mejorar el uso de la lengua en las aulas no debe recaer sólo en los profesores del ámbito lingüístico, sino en todo el claustro, algo que, por desgracia, se ve poco en los centros educativos. Es significativo que en la educación española apenas se preste atención al uso culto de la lengua. En este sentido, serían positivas algunas iniciativas conducentes a que los alumnos (aunque esto es algo necesario para toda la población castellano-parlante) valorasen y utilizasen este nivel culto de la lengua o, al menos, tratasen de elevarse más allá del nivel estándar o coloquial de uso. Se suele recurrir como excusa habitual para el uso de expresiones coloquiales, malsonantes o directamente vulgares, a que éstas aparecen recogidas en el diccionario de la Real Academia y que, por ello, son admisibles. Pero es de obligado conocimiento el hecho de que la propia Academia, en su Diccionario, recoge también que esas acepciones y significados tienen condición de “malsonante” o “vulgar”. La RAE admite palabras en su diccionario porque refleja su uso mayoritario por parte de la comunidad de hablantes… pero ni que decir tiene que esos hablantes “hablan mal” cuando las usan.
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